martes, 15 de mayo de 2007


Paseo a Pingshi

Una de las cosas que mas me gusta de Taiwan son los trenes, primero que todo porque me recuerdan mi ninez, ya que viviamos lo suficientemente cerca de la Estacion al Atlantico como para poder verlo pasar todos los dias.
Por otro lado, acá hasta el metro me deja un poco de nostalgia, porque sé que el tren ha desparecido en Costa Rica y quién sabe cuando se volverá a ver.


Así que para mí, la ocasión para viajar en tren es de celebrar. Comenzamos el paseo con el viaje en metro hasta la Estación Central de Trenes de Taipei. Este hormiguero humano es un verdadero laberinto, pero pasar del MRT (como se le llama al metro aquí) al sistema de ferrocarril no puede ser más fácil: simplemente se sale por una puerta lateral (cerca de la salida #2; o sea, del lado que da al Civil Boulevard) y ya está uno en el área de compra de tiquetes, ya sea en una máquina automática o en las ventanillas correspondientes. Ahí compramos un pase a Rueifang, una de las estaciones de intercambio.

El área cerca de Ruifang, en la costa norte, ya es bastante atractiva en sí misma. Desde esta estación se puede tomar un taxi a Jiufen, una pequeña y coqueta ciudad turística en las colinas; o a Chinguashi, y visitar el Museo de Minería de oro o el antiguo campo de prisioneros de guerra.

En la ventanilla de tiquetes de Ruifang se puede comprar por apenas 54 NTs un pase especial para la línea de Pingshi, que permite bajarse en todas las estaciones, si así se desea. También se puede comprar por 100 NTs un tiquete de entrada al Parque Cataratas de Shifen, que es una buena oferta porque si lo compra al llegar al parque le cuesta 180 NTs.
En caso de emergencia de hambre, tambien venden un bientang muy bueno. Y no hay problema: se permite comer en el tren.



Aunque el tiquete viene todo en chino, la información básica es bastante simple. Primero que todo, la ruta marca la estación final de la línea que uno va a tomar. Segundo, uno corrobora que la información del tren, por ejemplo, el número de tren, carro, tipo de servicio y otros, sea el mismo del tiquete. Tercero, no todos los trenes vienen con asientos reservados, pero la línea de Pingshi es una línea turística y toda la gente va feliz y relajada disfrutando del paisaje, y si se puede viajar de una estación a otra, no hay problema. Si les digo que el conductor suena el pito, se acomoda la gorra, y desacelera cuando ve que lso turistas quieren fotografiar el tren. Ah! No se olviden de revisar los horarios de regreso, eso sí. Algunos trenes no van hasta la última estación del recorrido, otros no paran de vuelta en Rueifang. Ojo.

Una vez cómodamente sentados en el tren, decidimos parar primero en Pinxi, pensando lógicamente que al ser la ciudad que da nombre a la línea, será también la más interesante. Bueno, no tanto. La época buena para ir a Pinxi es justo después de Año Nuevo Lunar –conste, no es sólo Año Nuevo Chino, no sólo los chinos celebran esta festividad- cuando se liberan los faroles celestiales. Claro, la cantidad de gente atraída por los faroles es monstruosa, pero así es todo lo bueno en Taiwan.


Recorrimos las callecitas con puentes decorados, y muchos, muchos gatos callejeros. Almorzamos en una sodita de pueblo, junto con los locales, y compramos la obligatoria “tarjeta postal de madera”, uno de los recuerditos más populares de la zona.
Es linmdo pasear en esas calles estrechas tan tranquilas, que lo devuelven en el tiempo unos decenios atras, cuando la vida era mas calmada. Los adoquines y las tejas le dan a las casas un aire romantico, y el cuidado y orgullo que sienten los habitantes por sus ciudades tan especiales son realmente contagiosos.

A la segunda vuelta nos dimos por vencidos de esperar el tren y nos atrevimos a caminar hasta la siguiente estación: Chitong. Sede de un antiguo dormitorio de la época japonesa, el comercio en esta estación estaba mucho mejor organizado para sacarle la plata al turista, con más snacks tradicionales, varias cafeterías y casas de té, y otras atracciones como caminatas para buscar luciérnagas o paseos a escuelas antiguas, entre otros.

Había también un centro para visitantes bastante completo, con museo interactivo para aprender más acerca de la fabricación de los faroles celestiales. A mí lo que más me gustó fue la exhibición dedicada a la minería de carbón, antes fuente de empleo en la zona. Aparte de los instrumentos usados para la minería, como picos, palas, y otros usados en la vida diaria de los mineros, me llamaron poderosamente la atención los modelos a escala de las minas, las áreas de trabajo, los procesadores, etc...hechos con gran detalle y veracidad.

No obstante, también había demasiada gente, tanta que ni siquiera me pude comprar un helado. Así que nos devolvimos, esta vez en tren, hasta la estación de Chifen. Esta vez, el comercio se extendía por toda la zona a ambos lados del tren, hasta llegar al Parque Cataratas de Chifen. Me compre una botella de un litro de té de shanzao (traducido sería zacate de montaña, un té de hierbas amargo, de color negro asfalto, que no a todos los locales les gusta, pero muy popular en primavera) y con el calor lo baje de un solo. También compré unos bellos mini faroles celestiales para armar, que enviaré como regalos a mis amigos interesados en Taiwan. También había lámparas en forma de farol, hechas con tela tradicional (peonías impresas en un fondo rojo); mini faroles con luz de LED, más tarjetas postales de madera, labradas con motivos de faroles y paisajes de la zona; camisetas estampadas con fotografías del tren; bueno, se pueden imaginar la cantidad de artículos. Yo no sé ustedes, pero cada vez que voy a estos lugares, se me ocurren un montón de artículos para promocionar los pueblos corrongos de Costa Rica. Si alguien quiere ser mi socio, que me escriba.

Nosotros recorrimos el trecho hasta las cataratas, pero como había que pagar, nos regresamos a Chifen por un sendero entre la montaña. Ya para entonces había comenzado a anochecer, y los primeros faroles celestiales comenzaban a ascender al cielo. Hora de regresar a casa.