lunes, 19 de marzo de 2007


Como viajar de Macondo al otro lado del espejo sin perder el equipaje

No había vuelto a escribir porque se me ocurrió la genial idea de desconectar el teléfono y el Internet antes de partir para mi amada Tiquicia. Lo que no se me ocurrió fue dejarlos de manera que fueran fáciles de reconectar. Ahora hay tal enredito de cables y aparatos detrás de la compu que no me animo a entrarle, sólo para pasarle la aspiradora y medio limpiar por ahí.
Hacía un calor de película en San José. Yo que no soy de ir a la playa, pase sinceramente en shorts y sandalias a lo turista gringo. Lo pasé lindo, comiendo, visitando gente, disfrutando del silencio, la naturaleza, el calor de hogar. Y es que la verdad, yo siempre llego más perdido que el chiquito de la Llorona, así que no me gusta salir y prefiero pasarlo con mi familia. Eso, más la paranoia institucional promovida por los medios, y el caos real vehicular, digamos que me inhiben de explorar más y le restan turisteada al paseo. Aún así, cumplí con mi deber patriótico de ir de compras al Mercado Central, Moravia y Sarchí, comer típico, comprar café a montones y vacilar con mi gente. Eso sí, todavía no me acostumbro a eso de que el día se acabe a las 4 o 5 de la tarde. La gente llega, se mete como un cusuco a las casas, y se acabó. No mas shopping, no mas movimiento económico.




Ah, pero tambien tengo una lista grande de quejas. Empecemos por el principio. A mí me parece que eso de hacer fila a la intemperie, en Migración, en los aeropuertos, en las instituciones públicas, en los bancos, en las tiendas, etc., es un insulto a la dignidad humana, una falta de seriedad y compasión, un ejemplo no de tercer mundismo sino de ignorancia, un ataque en contra de la vida misma. Veamos por ejemplo, uno sale del aeropuerto, y no hay un teléfono público a la vista. Si quiere usar el teléfono, tiene que devolverse a las salas de abordaje –y esto es después de pasar migración y aduanas. Si viaja solo, ¿dónde deja las maletas? No hay un lugar TECHADO donde sus parientes lo reciban ni donde usted pueda espera en forma SEGURA a sus compañeros de viaje. Usted sale directo a la calle, a un mercado persa de sabe Dios que clase de gente que le agarra las maletas y no las suelta si no es dando unos billetitos verdes. Da miedo salir del Santamaría y ni que decir del Oduber.




Las disque llamadas calles –ojalá caiga uno de noche en esos cráteres- hasta que dan lástima por la falta de mantenimiento, iluminación y señalización. Mensaje a las importadoras de autos: favor importar carros con POWER STEERING. El primer hueco en que cae uno le suelta la rueda de las manos. Generalmente, acto seguido el carro se tira al carril contrario. Por eso hay tantos accidentes en los que uno ve choques de frente –los más fatales, by the way. Eso y los falso adelantamientos por la estrechez de las carreteras, el exceso de velocidad, la falta de solidaridad entre los conductores, etc. Y la torpeza de la gente. Vamos llegando al hotel y veo un par de figuras al frente. De pronto, una de ellas cae en media carretera. Va frenazo. ¿Qué paso? Que iban cruzando la pista cargando las bolsas del mercado, se empezaron a regar los chunches, y se pusieron de cuatro patas a recogerlos. Esto en media pista por Belén, sin iluminación, ni paso peatonal. “A la gente no les gusta usar los pasos peatonales porque los asaltan”, me explican mis parientes. O sea....




El peor susto vial me lo lleve en la manejada al Volcán Poás. Mi tío me contó un chile muy al caso. Llega un ingeniero a un pueblito perdido. “¿Ustedes cómo trazan las calles? Diay, soltamos un burro y lo seguimos. ¿Y si no hay burro? Pues llamamos a un ingeniero, replican. Calculo curvas cerradas por más de 40 minutos en un trecho en subida, con un sólo carril. De locos. Y tenés que ir soplado sino el carro no sube. Y el que va bajando va soplado porque no va a ir en compresión ni a freno todo el rato. PUM!




Conste que los extranjeros se quejan del tránsito en Taiwan. Que cruzar una calle en Taipei es como jugar Frogger en vivo, que en el sur nadie respeta las leyes de tránsito, que los motociclistas son demasiado audaces, los conductores no saben para que son los retrovisores, los “camiones azules” un atentado contra la vida humana, los autobuseros una manada de maniaco-suicidas, y demás alimañas y animales viales habidos y por haber. Pero con los 1,2 motos por habitante y dos millones de commuters diarios en Taipei, sería de esperar que se maten como moscas. ¿Saben que he visto peores y más numerosos accidentes en Tiquicia que acá? ¿Saben porqué? Respeto a las leyes de tránsito -a veces si, a veces no, pero con polis por todo lado-, policías con autoridad –los policías de tránsito son los mismos policías metropolitanos, y acá no se andan por las ramas, la cosa es en serio-, y lo más importante, buena señalización, mantenimiento en las carreteras, y excelente iluminación. Y diay, sí, porque con tanto carro no pueden ir soplados. Además, los carros son otra cosa. Estaba leyendo acerca del Fulano que se mató en su recién comprado Porsche por el Multiplaza. Acá hubo un incidente muy publicitado sobre un baboso hijo de papi que venía soplado en un Jaguar, haciendo pique hasta que PLAF! Si los dos quedaron untados en un poste, ¿porqué el de Taipei salió vivito y coleando al día siguiente en una conferencia de prensa, sonriendo de oreja a oreja, asegurando que se compraría otro carrito igual tan pronto (if...) le devolvieran la licencia? One word: airbags.






Otro día hablamos de política y TLC. Resumiendo: la pasé muy bien en Tiquicia, pero lo que más me alegra es volver sano y salvo a mi cajita de fósforos en este palomar humano en que vivimos que se llama Edificio Prosperidad, en el callejón 18 de la calle Certeza en un suburbio en las afueras de la ciudad de Taipei.