viernes, 23 de noviembre de 2007

Jugar limpio o jugar de vivo

Una de las razones por las cuales se considera a un país desarrollado es el respeto a la ley. No se puede alcanzar un nivel de desarrollo en ningún aspecto, sea económico, social y/o político, sin que se tome en cuenta este importantísimo factor.

Veamos, por ejemplo, el caso de Costa Rica. Mal síntoma es que apenas poco más del 1% de los casos penales llegue a juicio. La falta de seguridad desestimula y encarece el comercio. Causa y consecuencia a la vez del atraso.

Otro caso. Estaba viendo en un foro de discusión de Tiquicia que se quejan de que cierta compañía internacional usa los ingenieros para un proyecto y después los desecha. Otros se quejan de las condiciones arduas de trabajo. Una persona que se dice representante de la empresa anuncia que muchos de ellos han sido recontratados o han escogido por sí mismos otras ofertas. Unos defienden el derecho de la empresa de despedir a quien le da la gana, y otros objetan las quejas, ya que argumentan que cada cual es libre de trabajar donde quiera.

Como saben, eso de trabajar 15 horas al día o estar en la oficina para atender una llamada a las 3 de la madrugada no es extraño en estos lados del planeta. Lo único que no me queda claro es qué pasó con el contrato entre ambas partes, que rige su relación y que se supone evita un irrespeto al valor del trabajo. ¿Qué planteamientos no quedaron claros o qué se obvió/se dejó de lado?

Aquí este tipo de contratación no es nada extraña. En vez de tener un empleado de planta viendo las musarañas cuando es temporada baja, se asigna un proyecto, con X presupuesto y en Y tiempo. Ambas partes están al tanto de sus obligaciones y deberes, y al terminar pueden “part ways” como se dice en inglés, o seguir en paz y tratando, como decimos en Tiquicia. No se agría la relación ni se debe nada. No existe otra obligación porque el contrato así lo estipula.

No obstante, debemos señalar que este método puede llegar a ser abusivo. Muchas personas son contratadas en empresas públicas o privadas por muchísimos años, bajo un régimen paralelo mediante el cual se justifica que no ganen en antigüedad ni se respeten muchos de sus derechos laborales. Comparados con el resto de los trabajadores “en plaza” de la “empresa”, a pesar de tener igual o más tiempo, no solamente no cuentan con los mismos beneficios, sino que se les coloca en una difícil posición. Inclusive, si se le paga menos o se coarta su libertad, sea del caso hasta abusos como hostigamiento y otros, no puede decir nada, so pena de que no se renueve su contrato. Esta, aclaro, NO es la situación en el caso discutido anteriormente, sino un ejemplo de la degradación de un sistema originalmente planteado para jugar limpio.

Sin embargo, si a un empleado se le despide, y casi inmediatamente se le vuelve a contratar, uno no puede dejar de pensar que hay gato encerrado. O hay falta de planificación en el departamento de personal y/o falta de cálculo estratégico de la adminsitración, o se quiere jugar de vivo dejando de lado la acumulación de anualidades y derechos del trabajador, cuyo valor del trabajo debe desvalorizarse porque sino “sale muy caro”.

Ciertamente, en una economía basada en las exportaciones, como la costarricense, mantener los costos bajos es indispensable. Sin embargo, todo tiene su límite.

No es lo mismo producir mucho producto barato que producir poco caro. Una estrategia de exportación debe ser abarcadora. Vean por ejemplo, hablando de costos, lo que dice la Cámara de Exportadores con respecto a la baja del dólar:

Mónica Araya, presidenta de la Cámara de Exportadores de Costa Rica (Cadexco), enfatizó que el resultado final es una pérdida de competitividad frente a otros países.
Los exportadores ahora recibirán menos colones al vender sus dólares, lo cual, impactará directamente en sus pagos a los proveedores, en salarios, en tarifas de servicios y en otros costos.
Araya añadió que esta situación pondrá en dificultades a las empresas exportadoras, en especial, porque paralelamente no hay mejoras en servicios que la compensen.
Mejores y más ágiles aeropuertos y puertos, carreteras de primer nivel, un mejor control de la inflación (aunque esto también depende de factores externos) y tasas de interés competitivas son factores que pueden compensar la medida, pero el país no trabajó en esto, detalló Araya.
El resultado final, agregó, es un encarecimiento de Costa Rica frente a otros países, lo cual, se reflejará directamente en las exportaciones, en la inversión y en la generación de empleos. “Si a uno se le elevan los costos, tiene que ver por dónde baja”, sentenció.

O sea, el pato de la fiesta será el trabajador y el consumidor local. Quedan atrapados entre que los costos aumenten, las empresas no hallen rentable y cierren, o que siga encareciéndose el costo de la vida sin que sus salarios se acerquen siquiera a la realidad de los mismos.

Pagamos todos por el hecho de unos pocos, especialmente en el Gobierno, que les gusta jugar de vivos y no pagaron antes por inversiones en infraestructura. Lo que no se gastó antes en salarios justos se perderá en los negocios. La plata que no salió antes no se devuelve ahora.

La economía es una cobija, y si no se juega limpio, se puede quedar uno con un pedazo en la mano mientras que el resto se lo lleva el Pisuicas...