lunes, 17 de marzo de 2008

Se oyen pasos de animal grande

Mi vida diaria en Taiwan es bastante tranquila. Agradezco todos los días al cielo que las explosiones que oigo son bombetas de a de veras, y no balazos, y que sobre todas las cosas, a uno por ser “cara pálida” o sea “de fuera” le tienen más miedo que a los locales. Dicho sea de paso, sí tienen prejuicios contra los extranjeros, como en todo lado –peludos, escandalosos, borrachos, etc.- pero también saben que si lo sacuden a uno de jupa si acaso sacarán plata pa’l pase. En cambio, usted agarra cualquier taiwanés promedio de clase media, y como tienen la mala maña de andar la cartera rebosante de billeticos azules –los de mil NTs-.pos ya la hace toa.

Y ni hablar del tilichero que cargan. Uno de los periódicos que dan gratis en el metro se dedica a entrevistar gente, preguntarles que opinan del servicio de metro, y después hacer una evaluación de lo que andan encima: pulsera Diorsh, MP3, cartera de tal marca, etc. acompañado el texto claro por lo que pagaron por cada chunche. Esto me deja pensando porque si usted va sentado en el metro, va ruleado. Noqueado. Y si va de pie, va en estado zombie, especialmente los estudiantes. Y en esas condiciones, es un milagro que acá no se haya soltado una plaga de carteristas.

Y les digo el porqué. Primero que nada, porque la gente acá detesta las cosas usadas. Nuevo y de paquete tiene que ser. Segundo, las compraventas están muy reguladas. Tercero, apenas se hace un molote de gente, aunque sea lo normal de hora pico, usted vera al señor policía –o dos- poniendo atención a lo que va y viene. Y si todavía hay un amigo de lo ajeno, entra la tecnología: cámaras –o más bien, policías detrás de las cámaras- vigilan los movimientos sospechosos. Y si se les va, en cable hay un canal “local” –más que distrital, es por pueblo- donde salen en cámaras, y solicitan ayuda a la gente a identificar al ratilla tal que sale en esta foto, ojalá en moto con placas y todo.

Pero lo más importante para que uno esté tranquilo, es vivir en medio de gente que está razonablemente satisfecha, que tiene aprecio por la ley, y posee cierta educación y decoro. Esto se ve particularmente en esta época electoral. La verdad, se siente raro que estemos a cinco días de las elecciones, y no estén los ánimos caldeados. La gente que participa lo hace decentemente, y les digo con sinceridad, los únicos que están haciendo el ridículo son ciertos políticos que a falta de soluciones concretas, les da, como diría mi hermanilla, por “hacer feo”. Para ser más democráticos, en cada uno de los bandos hay cada papanata... Gracias a Dios no son todos.

A mí me agarra no sé que en el estómago al pensar la cantidad de misiles del otro lado, lo peligroso que podría ser si llegara a ocurrir un conflicto... La sombra de los “vecinos del Norte” –conste que no son Estachos-- está siempre presente, y más ahora con el conflicto en Tibet. Los de este lado ven y reflexionan. Tibet no tenía el más magnánimo de los gobiernos, la verdad, era un teocracia, pero era de ellos. Ahora son desplazados poco a poco por una maquinaria que como el famoso ferrocarril a las cumbres, se abrió paso a bombazo limpio, todo en pos del “avance económico”.

Se han hecho varias encuestas localmente, y si en algo están de acuerdo los taiwaneses, es en no querer sacrificar la soberanía por las promesas económicas de los del otro lado. Como costarricense, mi única opinión del caso es que es necesario garantizar el derecho al berreo, por no citar a mi agüela, que decía “a la fuerza ni los zapatos”.

Las diferencias entre los principales partidos mayoritarios en Taiwan son muy sutiles, especialmente en materia económica. El punto más delicado de toda la campaña siguen siendo las relaciones a través del Estrecho, con sus respectivas repercusiones económicas –apertura o limitaciones-, sociales –limitación a las miles de novias de importación china, definición de la identidad nacional-, políticas –soberanía- y diplomáticas –simplemente escoger el nombre para participar en cualquier evento ya es una tragedia internacional. El estado de la economía, la legislación social, los retos medioambientales y de los cambios en la población son también temas de gran interés y debate. Con todo, los taiwaneses cuentan con las armas de la democracia: voto, prensa, referendos, cabildeos, etc. para participar y dar a oír su voz.

El 16 fue el Super Domingo, cuando se realizan las últimas concentraciones de fuerza. Dos columnas, una de cada uno de los bandos, desfilaron por las calles de Taipei, pasando apenas a dos cuadras de distancia uno del otro. Policías en uniforme corriente –no antimotines- vigilaban a distancia prudente. No hubo mayor incidente ni altercado, sólo gargantas desechas a ver quién gritaba más.

Los que más ganaron ese día fueron los dueños de buses, que hicieron su agosto movilizando partidarios de ambos bandos, y los que vendieron comida y bebidas en el camino de los hambrientos y sedientos participantes.