lunes, 30 de julio de 2007

La isla que somos

Recientemente, y con motivo de las discusiones sobre el TLC, muchos ticos se han manifestado a favor de que William Walker hubiera conquistado Centroamérica. Que ahora seríamos más prósperos, que es una mentalidad más avanzada, que seríamos parte de un país desarrollado, etc...

No dejo de pensar en las similitudes con Taiwan en este tema. Muchas personas aquí se quejan diciendo que la democracia no sirve, que es un desorden, que desde que se adoptó la democracia la economía está para el tigre, etc...

Imaginen que Walker triunfa, llega y toma control. Se justifica diciendo que “todos somos americanos”. Pero no todos “tenemos la sartén por el mango”. Al llegar se discrimina a los que no hablan inglés. Se impone el inglés como idioma oficial, en las escuelas se castiga a los niños por usar el español, se borra la historia de España y de los indígenas. El conteo histórico vuelve a cero, y se estudia solamente historia de Inglaterra y EE UU. Los americanos crean una mega ciudad avanzada en Managua, completamente americanizada, mientras que el resto del país y la región se hunden en el olvido.

Lo bonito es que Walker y su gente ha sido expulsada de Estados Unidos. Los que perdieron la guerra civil se refugian en Centroamérica –bajo dominio gringo-- y se consuelan diciendo que cuando sean lo suficientemente fuertes podrán reconquistar Estados Unidos. Emigran grandes cantidades de norteamericanos, que desplazan a los locales en los puestos gubernamentales, prensa y educación –ejes de control.

Pasan los años. Un amago de rebelión resulta en la cacería y exterminio de la élite intelectual local. Sin cabeza, y apabullados por una ideología impuesta, se pierde el sentido de identidad...

Cuando se agotan los recursos productivos, y los costos empiezan a aumentar, los “dueños de todo” simplemente agarran su capital, venden las tierras –usurpadas a los locales--, y se jalan a invertir en “lugares más competitivos”, que les permitan no pagar cargas sociales u otros derechos “que salen muy caros”. Vuelven a emigrar con sus familias a Estados Unidos, que los recibe felices por el capital que traen. Mientras tanto, los locales se quedaron al garete, al irse las fuentes de trabajo. La prensa los culpa por “pedir demasiado” –vacaciones, seguridad en las empresas, jornadas de menos de 12 horas-- y “por no querer ser americanos, un pueblo tan grande, tan noble, de tan destacada trayectoria”. No hay plata para costearse la vida, y el país empieza a hundirse.

Sin identidad, sin unión y sin recursos, tratan de pararse en sus propios pies, y conseguir volver a ser independientes. Al irse democratizando la economía, volviendo a las raíces, surge de nuevo la democracia política en el país. Sueñan con la libertad. Pero los “verdaderos sureños” no los dejan; han invertido demasiado en el país, y aunque no da tanto rédito, también está su orgullo herido. No quieren dejarlos ir, así como dejaron ir el sueño de conquistar Estados Unidos para el Sur.

Para colmo de males, los “norteños”, o los que ganaron la Guerra Civil más de 100 años atrás, tampoco los quieren dejar ir. “Si no son norteños, son sureños”, dicen primero. Ya nadie se acuerda qué era Nicaragua, o Costa Rica, antes del diluvio. Luego el cuento cambia, ya que Estados Unidos se vuelve una gran potencia, gracias en parte a la plata que revirtieron los sureños. “Por supuesto que es parte de Estados Unidos”, dicen. “Si son americanos, son de Estados Unidos”. La ONU –donde forman parte del Consejo de Seguridad-- les da la razón. Los otros países dependen de los negocios con ellos, por lo que les dan el sí a todo lo que pidan.

Las exnaciones centroamericanas quedan condenadas de por vida a darle todo lo que tienen a los demás.

¿O que, piensan que como en Costa Rica “somos blanquitos” va a ser diferente? ¿Que nos van a tratar como iguales? Una colonia es una colonia, ¡¿porqué creen que Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda, y hasta Timor del Este se independizaron?!

“No, cómo se le ocurre, cómo nos van a tratar así, no si ellos van a venir a desarrollarnos, a darnos las cosas en la mano y ponernos la comida en la boca”, pueden replicarme. Vean la historia. Ahí me cuentan si encuentran un caso así.

Ningún ente es solamente una cosa. Entes tan complejos como los países son la suma de hechos históricos, no se puede atribuir a uno sólo de los actores el éxito o el fracaso de un país. Somos la suma de las partes que nos componen, y la fuerza que tenemos proviene del eslabón más débil de la cadena. Taiwan no sería lo que es hoy sin la contribución de los holandeses, chinos de diferentes etnias, japoneses y hasta extranjeros que han aportado tanto a su historia y forma de ser. Por ejemplo, sin la infraestructura que dejaron los japoneses, el KMT no hubiera podido montar sus planes de desarrollo, a los que también contribuyeron los gringos. Y si, todos ellos aportaron fondos, pero el pueblo de Taiwan también dio su trabajo. Todos colaboraron, porque somos parte de la misma isla.

Echarle la culpa sólo a los españoles del subdesarrollo es volvernos más débiles, porque abrazamos al “mandamás” de turno como salvador, sin buscar la solución adentro. Nuestros ancestros defendieron la libertad a pala y cañazo, por algo sería, así que no perdamos vista de lo que somos ni endiosemos lo que es meramente mortal.