viernes, 14 de septiembre de 2007

Lo bueno, lo malo y lo feo
Serie de observaciones sobre la vida en Taiwan


Un viernes por la mañana mi carácter ya está de por sí menos dulce que de costumbre, de puro cansancio normal antes del fin de semana. Para colmo de males, la noche anterior a los vecinos se les ocurrió protagonizar una disputa doméstica hasta la medianoche –hora en la que uno tiene derecho a llamar la patrulla y callar a cualquier escandaloso, sean fiesteros, constructores, u otras alimañas- y ya cuando me había dormido .. se vino un fuerte temblor casi a las dos de la mañana. ¡No sias ingrato! ¡Cómo costó levantarse para ir a trabajar y cómo costó estar despierto y atento hasta el final!

Gracias a Dios acá tienen un remedio certero para cargar las pilas –y no es Red Bull. Una de las buenas costumbres que hay en este país es la siesta. Desde el kínder, a los niños se les acostumbra a hacer la siesta, y siguen con la práctica en las escuelas y colegios. Al llegar a la universidad, continúan con la maña en las bibliotecas --por eso cuesta encontrar campo para sentarse a estudiar. Finalmente, en los trabajos, parte de la hora de almuerzo, se invierte en ese valioso descanso para reponer pilas.

Lo malo de esta costumbre de la siesta es, por ejemplo, que los restaurantes cierran a las dos de la tarde, y no vuelven a abrir sino hasta las 5 y media, así que si usted se atrasó para ir a comer, salado: toca McDonald’s o una cafetería (donde es más caro y no tan amplio el menú).

Lo feo es que la hora de almuerzo no se cuenta entre las horas laborales, lo que significa que usted está en el lugar de trabajo 9 horas en vez de 8. Si agregamos el tiempo de transporte (30 minutos promedio, sin importar el medio de transporte), y el hecho cultural de que se ve muy feo que un empleado se vaya temprano –exacto a la hora de salida—sino que esperan que uno, para demostrar su lealtad a la empresa se quede al menos hasta una hora extra –la mayoría de veces sin pago—aunque sea todos los días, bueno... ya ven el problema. Hay veces en que dan ganas tender un petate a la par del escritorio; y ni hablar de lo bien equipada que están la refri y la despensa del trabajo. O sea, mucho mejor y más variadas que las de la casa.