Paseo a Pingshi
Una de las cosas que mas me gusta de Taiwan son los trenes, primero que todo porque me recuerdan mi ninez, ya que viviamos lo suficientemente cerca de la Estacion al Atlantico como para poder verlo pasar todos los dias.
Por otro lado, acá hasta el metro me deja un poco de nostalgia, porque sé que el tren ha desparecido en Costa Rica y quién sabe cuando se volverá a ver.
El área cerca de Ruifang, en la costa norte, ya es bastante atractiva en sí misma. Desde esta estación se puede tomar un taxi a Jiufen, una pequeña y coqueta ciudad turística en las colinas; o a Chinguashi, y visitar el Museo de Minería de oro o el antiguo campo de prisioneros de guerra.
En caso de emergencia de hambre, tambien venden un bientang muy bueno. Y no hay problema: se permite comer en el tren.
Aunque el tiquete viene todo en chino, la información básica es bastante simple. Primero que todo, la ruta marca la estación final de la línea que uno va a tomar. Segundo, uno corrobora que la información del tren, por ejemplo, el número de tren, carro, tipo de servicio y otros, sea el mismo del tiquete. Tercero, no todos los trenes vienen con asientos reservados, pero la línea de Pingshi es una línea turística y toda la gente va feliz y relajada disfrutando del paisaje, y si se puede viajar de una estación a otra, no hay problema. Si les digo que el conductor suena el pito, se acomoda la gorra, y desacelera cuando ve que lso turistas quieren fotografiar el tren. Ah! No se olviden de revisar los horarios de regreso, eso sí. Algunos trenes no van hasta la última estación del recorrido, otros no paran de vuelta en Rueifang. Ojo.
Una vez cómodamente sentados en el tren, decidimos parar primero en Pinxi, pensando lógicamente que al ser la ciudad que da nombre a la línea, será también la más interesante. Bueno, no tanto. La época buena para ir a Pinxi es justo después de Año Nuevo Lunar –conste, no es sólo Año Nuevo Chino, no sólo los chinos celebran esta festividad- cuando se liberan los faroles celestiales. Claro, la cantidad de gente atraída por los faroles es monstruosa, pero así es todo lo bueno en Taiwan.
Es linmdo pasear en esas calles estrechas tan tranquilas, que lo devuelven en el tiempo unos decenios atras, cuando la vida era mas calmada. Los adoquines y las tejas le dan a las casas un aire romantico, y el cuidado y orgullo que sienten los habitantes por sus ciudades tan especiales son realmente contagiosos.
A la segunda vuelta nos dimos por vencidos de esperar el tren y nos atrevimos a caminar hasta la siguiente estación: Chitong. Sede de un antiguo dormitorio de la época japonesa, el comercio en esta estación estaba mucho mejor organizado para sacarle la plata al turista, con más snacks tradicionales, varias cafeterías y casas de té, y otras atracciones como caminatas para buscar luciérnagas o paseos a escuelas antiguas, entre otros.
Había también un centro para visitantes bastante completo, con museo interactivo para aprender más acerca de la fabricación de los faroles celestiales. A mí lo que más me gustó fue la exhibición dedicada a la minería de carbón, antes fuente de empleo en la zona. Aparte de los instrumentos usados para la minería, como picos, palas, y otros usados en la vida diaria de los mineros, me llamaron poderosamente la atención los modelos a escala de las minas, las áreas de trabajo, los procesadores, etc...hechos con gran detalle y veracidad.
Nosotros recorrimos el trecho hasta las cataratas, pero como había que pagar, nos regresamos a Chifen por un sendero entre la montaña. Ya para entonces había comenzado a anochecer, y los primeros faroles celestiales comenzaban a ascender al cielo. Hora de regresar a casa.